sábado, 18 de agosto de 2007

Fritos y puestos al sol

Las dos gallinas viejas y el gallo del patio se pierden al mediodía, quizás debajo de las matas. Ni ellas ponen, ni el jactancioso “pescuecipela’o” abre las alas en su repetida invitación de supermacho con “mujer” y “amante”. Aparecen entonces, al atardecer, contoneándose al ritmo del verano, cual morena caribeña en la playa, y se “pegan” los tres al envase con agua como si fueran carnavaleros trasnochados ante una pipa de cerveza a los doce del día.
Es verdad que a esa hora, “la mona no carga al hijo”.
El panorama citadino es el mejor reflejo del estío.
La gente camina en direcciones opuestas por las aceras con sombra, disputándose en silencio la parte “de adentro”, y sólo los entretenidos (para no decir otra palabra más fuerte) siguen por “la del sol”, ante la mirada crítica de los “cuerdos” y las carcajadas de los niños.
Fíjense si el calor en Cuba está intenso que ya casi nadie usa pañuelos. Ahora las gotas de sudor se recogen con toallitas, toallas, pañales de bebés, pañitos coloreados, pedazos de tela…, “y sin son rojos mejor”, como afirma un buen amigo, “porque ese color protege de las malas vistas, de ésas que tumban cocos y sacan jicoteas del agua”.
Los paraguas (¿por qué no los llaman también parasoles?) y sus compañeras, las sombrillas, aunque son inventos del siglo XVI francés, ahora es que sí están de moda. Antes eran sólo fetiches para evidenciar la clase o la “finura”. Hoy son imprescindibles, y también amenazantes. En cualquier esquina, al doblar un tanto descuidado y “sin pitar”, zaz…, la punta de una varilla se te mete en un ojo. Al dolor se unen el ardor que producen las gotas de sudor cayendo sin que el párpado pueda impedirlo. La molestia no te deja escuchar las disculpas del –o la—“sombrillante”, y mascullando malas palabras sigues por la acera del sol, no sabes si porque te acabas de graduar de entretenido o por la rabia reprimida.
Pero eso sí, nadie discute es que ese medio de protección es el “instrumento” del año, los nominados a…, bueno, realmente no se a cuál premio, porque hay tantos que no se a ciencia cierta en cuál encajaría mejor ¡Qué bicicletas, ni carretones! Ni siquiera la jabitas con ruedas (de la shoppin, por supuesto), tan útiles para las ferias dominicales, le hacen competencia alguna. Tener hoy una sombrilla al mediodía es como alcanzar una tabla en un naufragio como el del Titanic. Algún día se les hará un monumento, como a tantas otras cosas en este mundo. Quizás en el 2050, cuando la temperatura promedio del planeta suba 2 grados o más a causa del cambio climático, como predicen los científicos.
Y a los ventiladores, esos otros héroes anónimos de la temporada, pueden muy bien otorgarles una condecoración; trabajan las 24 horas del día, sin interrupción alguna. Y si surge alguna rotura, a “correr por los portales”. De inmediato lo llevan a “pasear”, a donde sea, no importa la distancia ni el importe. El mecánico o el innovador-inventor (abundan más estos) le pone un tortol de alambre en la garganta o le adapta un aspa de los Órbitas plásticos, pero lo deja andando.
Quizás usted no se ha dado cuenta de que el calor da hasta cierto rango social. Pues sí. No es lo mismo tener que no tener hoy aire acondicionado. Si lo tiene, eso le da caché, “porque son años más de vida, mi hermano”, como dicen ufanos los poseedores del refrescante aparato, ahora con ribetes más rimbombantes, pues los equipos soviéticos de los años 80 dieron paso a flamantes y ahorradores LG de última generación.
El calor está como los Juegos Panamericanos, a golpe de récords. Casi todos los días se escuchan nuevas marcas establecidas hasta en lugares que se han hecho conocidos gracias a las altas temperaturas actuales, porque con anterioridad casi nadie sabía de su existencia en la geografía cubana, ni eran mencionados en la radio, la televisión o la prensa escrita. Lo importante es que hablen de uno, ¿verdad?
Lo que no logro entender es cómo aquellos “muchachones” estaban el domingo, a la una, bien abrazados en el muro del Malecón. En ese caso “el mono si abrazó a la mona”, y viceversa. Vaya espíritu. Y no era la una de la madrugada, sino la una p.m., o sea, 60 minutos después del mediodía, con el astro rey bien próximo todavía al cenit, rajando las piedras y las cabezas, como dice Riquimbili, célebre personaje del programa humorístico ¿Juras decir la verdad? Estaban fritos y puestos al sol, pero el furor del amor no cree en temperaturas…, bueno, al menos en las ambientales.
Y dicen que aumentarán aún más, que llegará a 40 grados, como en algunos lugares de Europa. Entonces no quedará más remedio que ponerle techo a los parques, llenar los litorales playeros de largas y anchas sombrillas de guano, hacer cascadas refrescantes o “puntos de refrigeración emergente” en sitios céntricos de la ciudad y fabricar paraguas y sombrillas como mismo se hacen las rositas de maíz, por montones.
Las personas andarán todo el tiempo con los ventiladores a cuesta. Quizás en ese infausto momento ya todos los aparatos de echar aire sean portátiles y movidos por la energía solar. Ah, y las dos gallinas y el gallo seguramente construirán con paja una casita protectora en el patio, para que los huevos no los pongan fritos y él pueda abrir sus alas desafiantes también al mediodía, en franca incitación a ese acto rapidísimo, pero al parecer tan placentero que aunque ellas corran y corran delante, el ”pescuecipela’o” siempre se sale con las suyas.

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