sábado, 18 de agosto de 2007

CARNAVAL: En busca de lo más genuino

Cuando decidí venir a trabajar a Cienfuegos a mediados de los años 80 recuerdo que mi padre, al conocer la decisión, incluyó entre los elogios a este territorio el de unos carnavales que sobresalieron siempre por su calidad, y fue buen conocedor del asunto porque en su etapa juvenil no dejaba de asistir a ninguno cercano.
Quiso el tiempo, quizás cierta desatención y las limitaciones materiales y financieras acrecentadas por el período especial que esa festividad deviniera ocasión para sólo ingerir grandes cantidades de cerveza y ron, sin muchos más incentivos. Poco de carrozas y comparsas con sus atrayentes evoluciones y ritmos, menos de ingeniosidad y creación y mal gusto en adornos, plataformas y quioscos fueron caracterizándolos, en franca y creciente decadencia.
Pero ha ocurrido un alto, una parada obligada, y al parecer el esperado inicio de un proceso de recuperación paulatina de sus formas expresivas más definitorias y tonificantes, de modo tal que propicien la participación de todos los integrantes de la comunidad como actores y espectadores en calles y plazas. Hay voluntad política y gubernamental para ello.
El principio está claro: el carnaval es una expresión de la cultura popular, y sobre él debe girar toda su concepción. Las actividades que aporten bienestar espiritual, por encima de la libación alcohólica desmedida, deben tener la mayor prioridad.
No me adentraré en una valoración cualitativa de los que acaban de finalizar en la ciudad de Cienfuegos, en primer lugar porque no me anima la crítica –en el sentido pleno de la palabra, por supuesto-- de las realizaciones de carácter artístico y cultural; soy un simple espectador que simplemente las disfruta o las desecha. Sí aprecié, y es justo señalarlo, más organización, al menos en el área de la Plaza, y un mejor gusto en el montaje de los kioscos y otros puntos de venta y en la presencia de las termos en los que transportan y venden la cerveza a granel.
Las autoridades del territorio ya habrán hecho o harán con seguridad las consideraciones finales correspondientes, con la satisfacción del pueblo como premisa esencial, a fin de definir caminos y líneas de acción. Resulta lógico inferir que las opiniones de los carnavaleros serán tomadas en cuenta.
Me parece idea esencial la expuesta en una de las reuniones de preparación del recién efectuado: prepararse con tiempo suficiente para no traer de otras provincias carrozas y comparsas. Ese empeño tiene un trasfondo que va más allá del concepto meramente económico y logístico; se sustenta en lo genuino, lo puramente cienfueguero, las costumbres y tradiciones, los gustos y en la creación de un ambiente citadino más amplio y motivador.
La realización de las fiestas también en los barrios principales de la periferia de la ciudad debe fortalecerse y tal vez ampliarse en lo posible, porque además de acercar la festividad a las familias (siempre protagonistas), arraiga el concepto comunitario, acerca la oferta a los intereses, y propicia la disminución del número de asistentes a la Plaza, sitio ideal, pero con una infraestructura permanente o creada que tiene límite lógico.
Los cienfuegueros disfrutaron de un Carnaval mejor concebido y organizado, más cultural y atrayente, aunque con aspectos que deben mejorarse.
Y latente queda la perspectiva de convertirlo más temprano que tarde en un evento cultural con intensas raíces cienfuegueras, porque a fin de cuentas, en esa fiesta de profunda concepción popular, la Perla también puede brillar cada vez más.

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