jueves, 15 de octubre de 2009

El Nóbel pendiente

Por Ramón Barreras Ferrán

Nunca imaginé que regalaran un Premio Nóbel. Pero parece que si.

Nadie discutiría que el actual presidente norteamericano es un político carismático, de sonrisa perenne, igualita en todos los momentos, y de un discurso con fuerte acento populista para contentar oídos. Pero de ahí a ser en el mundo de hoy un paladín de la paz hay una distancia tan enorme como la que separa a La Tierra de Marte.

Respeto las opiniones a favor y hasta las felicitaciones, salidas muchas de ellas de la adulación ante la primera personalidad del Estado más poderoso y agresor del planeta. Los premios, cualquiera que sea, no pueden otorgarse por intenciones o esperanzas, sino por obra hecha y consumada. Etimológicamente, el diccionario define el vocablo con claridad meridiana: “recompensa, galardón o remuneración que se da por algún mérito o servicio”.

Y la pregunta es sencilla: ¿Qué hecho Obama para merecer el Nóbel de la Paz? La respuesta también es llana: Nada, absolutamente nada. Extendamos el pensamiento a Iraq, donde los invasores estadounidenses pisotean la dignidad de esa nación, han muerto miles de civiles inocentes y mueren cada día decenas de personas que no tienen deuda alguna con la humanidad. Otro tanto ocurre en Afganistán, país que fue agredido militarmente en nombre de una inexistente lucha contra el terrorismo y sobre la base de una justificación que la historia se encargará de aclarar quién fue el autor intelectual: el atentado a las Torres Gemelas.

Pero hay más. El mundo está lleno, por doquier, de bases militares del ejército de los EE.UU. Guantánamo es una muestra fehaciente. El enclave en el extremo oriente cubano ha devenido centro de encarcelamiento y tortura contra personas sospechosas de ser terroristas. Es el infierno mismo en la tierra. ¿Ha decidido Obama acaso erradicar esa vergüenza ante la humanidad?

El mundo acaba de estremecerse, sobre todo América Latina, con la decisión de instalar nuevas bases en territorio colombiano. ¿Eso es guerra o es paz? La dignidad de ese país suramericano está herida por la actuación de militares norteamericanos. Una reciente información fechada en Bogotá da cuenta de que la colombiana “Olga Lucía Castillo nunca pudo llevar a la justicia a los hombres que la violaron en Bogotá cuando estaba embarazada de su hija. Doce años después, está dando la batalla de su vida para que sean enjuiciados el militar estadounidense y el contratista de origen mexicano que, según ella, violaron a su hija en la base militar de Melgar”. Dos violaciones y un mismo origen. ¿Ha dicho algo el titular de la Casa Blanca al respecto?
En la nación hondureña, donde la pobreza está tan enraizada como la selva en la zona de la Mosquitia, los Estados Unidos han estado tan presentes en el golpe de Estado como el propio fantoche Roberto Micheletti. Allí está, a sólo unos pocos kilómetros de Tegucigalpa, la capital, la base militar Coronel Soto Cano, más conocida por Palmerola, nombre del sitio donde está enclava. De allí salió la decisión de derrocar al presidente legítimo Manuel Zelaya, desde allí dan apoyo a los golpistas y allí late una permanente amenaza contra los países centroamericanos.
Pero para colmo de cinismo político, tres congresistas de origen cubano acaban de visitar Honduras con el propósito de dar apoyo incondicional al gobierno de facto. ¿Habrá mayor descaro? ¿Dijo algo Obama al respecto?
Entonces, no hay dudas, el Nóbel de la Paz este año fue regalado, en adulación a “manda más” estadounidense. Él mismo debe haber saltado de su asiento en la Oficina Oval cuando conoció la noticia. Porque, si tiene algo de honestidad, sabe bien que no se lo merece. Hasta el momento, sólo le tocaría el Nóbel de la Guerra, si existiera.
Como alguien dijo, ya lo tiene, de ahora en adelante debe merecerlo.

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